A cinco años del Brexit
El aniversario del referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea ha pasado sin pena ni gloria: de otro modo los medios se hubieran visto obligados a hacer unas reflexiones que no les benefician.

Parece mentira, pero han pasado cinco años de la consulta sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea, el primer ‘cisne negro’ de 2016 antes de la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EEUU contra los pronósticos de los especialistas y medios de comunicación. Cinco años después no parecen haber muchos motivos de celebración, no desde luego entre los partidarios de la permanencia, pero tampoco para los de la salida del bloque. En estos cinco años no sólo se han prolongado hasta la extenuación las negociaciones entre Londres y Bruselas creando una importante confusión burocrática a ambos lados del canal de la Mancha, sino que el gobierno británico se ha demostrado incapaz de gestionarlo internamente y las tensiones nacionales en Escocia, Irlanda del Norte y Gales han ido en aumento como consecuencia. “La mayoría de la gente sabe que está cuestión está lejos de haberse resuelto”, afirmó a la CNN Ben Page, de la compañía encuestadora Ipsos, antes de agregar que “las encuestas han mostrado consistentemente que tanto quienes votaron a favor como quienes lo hicieron en contra están preocupados”.
“¿Ha valido la pena el Brexit?”, se preguntaba en EuroIntelligence Wolfgang Münchau. Según este economista alemán, “el quinto aniversario del referéndum del Brexit ha sido sobre todo un ejercicio de confirmación de prejuicios”. Münchau se mostraba sorprendido “por las afirmaciones en Alemania y de la Comisión Europea” de que “el Brexit no ha merecido la pena”. En primer lugar, recordaba este comentarista, “porque el Brexit no ocurrió hace cinco años, sino en febrero de 2020”, y, en consecuencia, “seis meses es demasiado pronto como para hacer una evaluación a largo plazo del impacto económico”. En segundo lugar, continuaba, porque la pandemia ha generado un “ruido que ha anulado la señal” del Brexit, que pese a todo “fue un factor en el rápido despliegue de vacunas en Reino Unido”. Y en tercer y último lugar, porque la prueba de fuego para el Brexit será la divergencia entre las regulaciones en Reino Unido y la UE, en particular, siempre de acuerdo con Münchau, en lo tocante a la protección de datos (y las finanzas, por supuesto). En cualquier caso, el Brexit, “como pertenecer a la UE antes”, es “una decisión a largo plazo, así que ése es el horizonte temporal a partir del cual hay que medir el impacto”. Por ese motivo, “resulta difícil discernir en la práctica el impacto económico a largo plazo, porque las economías se ajustan de maneras que no son previsibles, a diferencia de los economistas”, que siguen pensando en términos de gravedad, en este caso la proximidad geográfica respecto a la UE y su centro, Alemania.
En lugar de ofuscarse con la consulta y sus resultados para llorar ríos de tinta o regodearse en un sentimiento de Schadenfreude sin muchas razones, como han hecho tantos columnistas estos días, Daniel Finn proponía en un largo análisis para Jacobin fijarse en “las verdaderas cuestiones que necesitamos resolver” y que “surgen antes y después de la campaña del referéndum”. Una de ellas, que resumía el propio título del artículo, es cómo “los liberales británicos podían haber detenido el auge de Boris Johnson, pero prefirieron en su lugar detener a [Jeremy] Corbyn”. “Para la derecha y el centro”, escribía Finn, “el objetivo prioritario era impedir que Corbyn y la izquierda laborista llegasen al poder por las urnas”: “Para la derecha, eso significaba cabalgar el tigre del Brexit tan lejos como pudiese para mantener su coalición electoral unida, incluso si eso suponía poner en riesgo el futuro a largo plazo de Reino Unido; para el centro, significaba tomar todas las esperanzas y miedos de quienes habían votado por la permanencia en 2016 y arrojarlas por un precipicio”. El resultado de la operación ha sido la hegemonía del Partido Conservador y un Partido Laborista en retroceso en todas partes, incluso, dolorosamente, allí donde había sido más fuerte durante décadas.
El foco se sitúa en Reino Unido, ¿pero cómo ha cambiado el Brexit al resto de la UE? Chris Bickerton se formulaba esta pregunta en las páginas de The New Statesman: “El Brexit ha revelado la importancia de pertenecer a la UE para mantener junta una unión frágil”, y “las implicaciones para el resto de la UE son importantes: la soberanía popular puede que esté más profundamente enraizada de lo que imaginamos en otros Estados miembro de la UE, conduciendo a más incertidumbre sobre el futuro político de la UE”. Lo demuestra la vitalidad de los populismos de derechas. ¿Qué hemos aprendido del Brexit? Nada hemos aprendido del Brexit.
La clave de la hegemonía ‘tory’
¿Cómo han logrado los conservadores afianzarse en el poder? Uno de los motivos, para Samuel Earle, es su talento a la hora de librar guerras culturales. “Lo que parece una batalla por el alma de nuestro país es una pantomima en la que se nos recluta”, escribía Earle en The Guardian. “La esperanza parece ser que, en medio de todo este sparring y teatro, perdamos de vista lo que realmente nos frustra, que en Reino Unido es una economía cada vez más endurecida, impuesta por un gobierno insensible”.
Publicado en El Quinze, 2 de julio de 2021.