Elfriede Jelinek: oigo a un monstruo respirar

Àngel Ferrero
4 min readFeb 5, 2024

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Suse Wächter, marionetista. Fotografía de Stephan Röhl para la Heinrich-Böll-Stiftung (2013).

En la última manifestación contra la extrema derecha y el fascismo ya dije que me sentía extraña, como un ventrílocuo –esto lo digo ahora– que deja que su propia voz hable como si fuese la de otro, pero que siempre ha hablado. Lo he dicho, lo digo ahora, ¿cuántas veces tendré aún que decirlo? ¿Deberé decirlo? Walter Benjamin habla en ‘Sobre el concepto de la historia’ del conocido autómata ajedrecista de su época, que ganaba todas las partidas, aunque quien jugaba era otro, un autómata oculto por así llamarlo, un hombrecillo, un enano agazapado que era un maestro del ajedrez y que manejaba al muñeco que supuestamente jugaba y ganaba todas las partidas.

Siempre la misma partida

Así es como me siento. Desde hace muchos años me siento a la mesa, pero siempre juego la misma partida, porque debo jugarla, juego, por así decirlo, bajo la amenaza de que podría pasar algo terrible si dejo de hacerlo. Por supuesto, me sobrevaloro por completo. Sin embargo, ahora esta marioneta aparece por debajo del mantel y habla como ella misma. Como yo. Sí, un muñeco de ventrílocuo, así podría llamárselo despectivamente.

¿Se trata, como dijo Benjamin, de un encuentro secreto entre las generaciones precedentes y la nuestra? Como si este encuentro no hubiese explicado categóricamente que el pasado jamás debería repetirse, nunca más, tampoco de otra manera ni de una parecida. Este ‘nunca más’ lo hemos oído a menudo, de boquilla, en entrevistas, en conferencias, en actos, sí, las boquillas han hablado con entusiasmo, eso ya hemos podido verlo. No debería ocurrir nunca más: una de nuestras constantes civilizatorias. Nada que haya sucedido en alguna ocasión se ha perdido para la historia, dice Benjamin, y yo añado: nada de lo que queramos aprender algo. Es algo que se nos enseña desde hace décadas.

Nadie debía saber nada de esta reunión, de este encuentro en un hotel, en la que aparecen los grandes héroes y no los llamados ciudadanos de a pie, aquellos a quienes, desde la política, prometen mejorar su situación deshaciéndose definitivamente de esos molestos asilados y refugiados, esto es, de aquellos que les quieren robar la mantequilla del pan. Pero entre ellos no hay ninguno que pueda dar sumas de dinero encubiertas, así que ¿de quiénes se trata? Son empresarios poderosos, académicos de derechas sin sus organizaciones, pues tampoco las necesitan ya, es a los otros a quienes quieren dejar desangrarse, son los miembros de AfD, de extrema derecha, entre ellos sus dirigentes, que miran constantemente y con avidez la grandeza de antaño para seguir avanzando, para posicionarse de cara al futuro.

Aparentemente, todo era estupendo con los nazis, a quienes ya no conocen, pero de los que tienen una idea inquebrantable. Quieren transformar esta sociedad, promete el capaz radical de derechas de una ONG de derechas, como Herbert Kickl, presidente del FPÖ, lo llama, en su odio a las ONG que han inscrito en sus banderas la mejora de las condiciones de vida. No, ésta es una ONG completamente nueva que solamente quiere mejorar su propia situación y hacerse el amo y señor, todos los demás le son igual, probablemente, de todos modos, en verdad deben irse. Lo que quieren es convertirse en nuestros amos y señores.

Grandes héroes

El tan querido modelo constitucional va saltando en astillas. Hombres y mujeres armados con cincel y martillo trabajan para que cada vez entren más bajo estos arcos, y los viejos y nuevos nazis son de nuevo socialmente aceptables. El resto puede irse o se le hará irse. Los extranjeros, fuera –una consigna de hace décadas–, y los de aquí deben someterse, como si ya no estuviesen allí. El encuentro entre la generación precedente, que ha aprendido su lección histórica, pero ahora debe extinguirse lentamente, y la nuestra, pierde su validez, a paso lento, pero firme.

Debe continuarse definitivamente en la dirección adecuada. Ellos tienen apoyos con dinero y reúnen aún más, como se ha podido ver en el Landhotel am See de Brandeburgo, pero sus votos los tienen de aquellos a quienes quieren privar de derechos y empobrecer. Un campo de batalla ideológico en el que los caídos son retirados rápidamente para que puedan caer otros nuevos. Eso es lo que necesitan: espacio. Los extranjeros, fuera, no quieren vivir como nosotros, así que no les damos ni siquiera la posibilidad de intentarlo. Así no vendrán con la intención de expulsarlos. Las fronteras cerradas y las filas prietas. No podrán aprovecharse de las ayudas sociales, porque no habrá nada social. Tendrá que hacerse limpieza, ¿y quién puede estar en contra de estar más limpio? Limpiar y ordenar, esa será la divisa con la que se ordenará a las personas, y lo harán grandes héroes, gente de orden que recibe sobres con dinero en un hotel de Brandeburgo. Y un austriaco entre ellos –¡al menos uno! –, nosotros siempre estamos ahí para exportar lo que los alemanes todavía no tienen.

Ya nos basta

Una democracia iliberal, como la que tienen los húngaros, podríamos exportársela nosotros pronto. Nosotros ya tenemos suficiente, con una nos basta. Aunque no tenemos suficiente con ella. Orbán ya le dicho adiós a la democracia, con tanta ligereza, que allí apenas se dan cuenta, de lo contrario estarían todos los días manifestándose contra él en las calles. También nos sucederá a nosotros, casi sin darnos cuenta, la sociedad se transformará e incluso creerá que es ella la que se ha transformado para que a las personas les vaya mejor, y por descontado para quienes se lo prometieron desde hace tiempo.

Oigo a un monstruo respirar, oigo cómo se debilita la respiración de la democracia. Me alegro de que todos vosotros hayáis venido y que queráis un soplo de vida nueva. Espero que no sea demasiado tarde.

Discurso de la Premio Nobel de Literatura Elfriede Jelinek en la manifestación contra la extrema derecha en Viena del 26 de enero de 2024, en la que participaron 35.000 personas. El discurso lo leyó la actriz Mavie Hörbiger. Traducción: Àngel Ferrero.

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