Estrangular al dragón

Àngel Ferrero
4 min readJun 20, 2021

La gira del presidente estadounidense en Europa trató más de China y Rusia que de la propia Europa. Algunos analistas creen que la Unión Europea ha perdido la oportunidad de emanciparse de Washington.

Portada de la revista ‘Time’ del 21–28 de junio.

El Boeing 747–200B del presidente estadounidense aterrizó la semana pasada en la base que la fuerzas aéreas de Reino Unido tienen en Mildenhall antes de trasladarse a Cornualles, donde el resto de dirigentes del G7 esperaba a Joe Biden como una especie de héroe solar que descendía de los cielos a lomos de su caballo blanco para salvar al continente. Sería mejor para todos si esta comparación fuese un exceso retórico del autor. Pero no lo es. “La confianza ha vuelto al G7”, escribió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su cuenta de Twitter, al agregar que “nuestros puntos de vista, valores e intereses están alineados”.

Con qué fin, lo leíamos el miércoles 9 de junio en un artículo en el diario The Guardian: “El tema que une la gira europea de Joe Biden de esta semana es un país que no participará en ninguna de las reuniones y que puede que ni siquiera se mencione en los comunicados finales: China”. Unos días antes el presidente de EEUU había publicado un artículo en The Washington Post en el que dividía el mundo entre “democracias” y “China o cualquier otro” (“China or anyone else”), un cajón de sastre en el que sobresale, como unas tijeras afiladas, Rusia. “Para ganar”, continuaba el rotativo británico, “el presidente cree que el campo democrático tendrá que demostrar una mayor cohesión y ambición en respuesta a los problemas más importantes del mundo, los más importantes de ellos el cambio climático y la pandemia”. Cómo puede hacerse frente a problemas de semejante envergadura como el cambio climático y la pandemia sin la participación de un país que posee oficialmente la segunda economía del mundo y es el primero en términos de población es una cuestión que algunos prefieren no plantearse, pero que resulta inevitable. Como Biden, a diferencia de San Jorge, no puede matar al dragón, todo lo que le queda es estrangularlo. Pero los brazos del Tío Sam se quedan cortos, así que se precisa el concurso de sus socios europeos: el resultado se llama ‘Build Back Better World’ (B3W) y se pretende una alternativa a la Iniciativa de la Franja y de la Ruta impulsada por Beijing y popularmente conocida como ‘Nueva ruta de la seda’. El economista alemán Wolfgang Münchau señalaba en EuroIntelligence el problema de esta iniciativa: “Parece que los líderes del G7 no saben donde localizar esta iniciativa: Alemania, Francia e Italia presionan para renovar actividades en África, mientras EEUU quiere que el foco sea en América Latina y Asia, y Japón llama a que se centre en la región del Indo-Pacífico”.

Poco antes del encuentro, Eric Bonse pronosticaba desde las páginas del taz alemán que “en los próximos días seremos testimonios de un extraño espectáculo: un presidente estadounidense que mientras se encuentra en Europa tiene su cabeza desde hace tiempo en China, y unos políticos europeos que están fuera de su tiempo y siguen soñando con unos Estados Unidos que ya no existen”. Para este analista, en la cumbre del G7 no se haría más que “jurar y perjurar por los valores comunes y hablar los unos con los otros, pero sin escucharse”. Bonse recordaba cómo “el distanciamiento entre EEUU y Europa había comenzado con Barack Obama”, y que con “Trump podía palparse”, pero que “a pesar de todo, la UE no ha escuchado esta llamada de atención y ha perdido la oportunidad de emanciparse de EEUU”. Es más, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, anunció “bombásticamente” a finales de 2020 la intención de firmar un “pacto fundacional” con Washington, y Von der Leyen hizo lo propio hablando de una “nueva asociación transatlántica”.

El convidado ausente de esta cumbre se expresó por boca del portavoz de la embajada china en Londres: “Los tiempos en los que las decisiones globales las dictaba un pequeño grupo de países son cosa del pasado”, afirmó en declaraciones recogidas por el diario alemán junge Welt. Beijing, continuó, es de la opinión que todos los países, “sean grandes o pequeños, fuertes o débiles, ricos o pobres, son iguales”, y que las cuestiones de política internacional “han de ser tratadas en debates con todos los países”.

Después de presentar sus brazos para estrangular al dragón, el héroe se desplazó hasta Ginebra para enfrentarse al oso en Villa LaGrange, a orillas del lago Lemán. Como es sabido que el plantígrado es menos escurridizo que el dragón, aquí el Tío Sam puede arremangarse para lidiar con la bestia él sólo: el 11 de junio el Pentágono anunció, como muestra de buena voluntad antes del encuentro con Vladímir Putin, el envío de un paquete de ayuda 150 millones de dólares al ejército de Ucrania.

Biden, portada de la revista Time

Polémica por la portada del semanario Time con Biden con gafas de aviador y el presidente ruso reflejándose en ellas. “El retrato de un tío duro de la guerra fría, como un héroe de Tom Clancy, busca apoyarlo en su negociación de muchos de los temas que Trump trató en Helsinki, donde los mismos medios lo presentaron como un títere de Putin”, comentó el periodista estadounidense Max Blumenthal. “También es una muestra de las fantasías belicistas de los mediocres comentaristas liberales”, añadió.

Publicado en El Quinze, 18 de junio de 2021.

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Written by Àngel Ferrero

Entre el periodisme i la traducció.

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