¿Quién gana y quién pierde en EEUU?
Pasaron las elecciones a la presidencia de EEUU y dejaron un poso amargo, revelando al mundo una nación en tensión, dividida y falta de esperanzas. El Partido Demócrata no convence con sus resultados.

A estas alturas la fatiga en relación a las elecciones presidenciales estadounidenses del pasado 3 de noviembre es evidente. Como quiera que esta columna podría contribuir, aún sin quererlo, a la sobrecarga informativa (y de que el lector no pase la página depende mi sueldo), mejor optar por otro ángulo para estos comicios que acabaron convirtiéndose en un auténtico plebiscito sobre Donald Trump. “Siempre me río cuando la gente emplea la frase ‘el experimento americano’, ¿a qué se refieren exactamente? ¿A usar una estructura de gobierno del siglo XVIII para una sociedad del siglo XXI?”, se preguntaba oportunamente pocos días antes de las elecciones el periodista estadounidense Doug Henwood en Twitter, aludiendo al sistema de sufragio indirecto en forma de colegio electoral que se utiliza para decidir el ganador. Más allá de Donald Trump o Joe Biden, quizá la clave de todo este asunto se encuentre justamente ahí: en un modelo político, económico y social que una poderosa industria cultural nos vendió durante décadas como un “sueño”, pero que, como el grabado de Goya, produce monstruos. Como le gustaba preguntarse al viejo Hunter S. Thompson: ¿Qué hubiera dicho Horatio Alger de todo esto?
Digámoslo cuanto antes: las elecciones han sido un espectáculo deprimente. El editor de Counterpunch, Jeffrey St. Clair, comparó el incendiario discurso de Trump a las dos de la madrugada, en el que se declaró vencedor sin que hubiese terminado el recuento y extendió la sospecha de manipulación electoral sobre el proceso, con la “infame declaración de Somoza: ‘Sí, vosotros habéis ganado las elecciones, pero yo he ganado el recuento’.” La congresista Alexandria Ocasio-Cortez, que revalidó su escaño, denunció las declaraciones de Trump como “ilegítimas, peligrosas y autoritaria” y pidió que se “respetasen los resultados”. Mientras, en varios estados y ciudades de EEUU, especialmente en los swing states, se solicitaba la asistencia de la Guardia Nacional ante la posibilidad de disturbios. Como algunos observaron con sorna, ¿qué hubiera pasado en otro país americano –sobre todo latinoamericano– en unas circunstancias similares? EEUU no puede invadir a EEUU para defender la democracia de EEUU.
Pero al mismo tiempo, los resultados del Partido Demócrata han sido decepcionantes y eso resulta difícil de maquillar. “La pérdida de tantos votantes afroamericanos y latinos a Donald Trump sería un estupendo repudio de todo lo que el establishment del Partido Demócrata” –cuyo candidato alguien ha definido como la imagen invertida de Obama: un varón blanco de avanzada edad que no representa ninguna esperanza ni ningún cambio– “ha asegurado que defiende desde 2015”, comentaba la noche electoral el periodista de The Washington Post Vincent Bevins. El Instituto Gravel recogía el siguiente dato: “Zapata County, en Texas, es el segundo condado más hispano en EEUU. En 2012 Obama lo ganó por 43 puntos. En 2016 Hillary lo ganó por 33 puntos. En 2020 Biden lo ha perdido por 5 puntos. Menudo desastre.” El colaborador de Jacobin Branko Marcetic señalaba por su parte cómo “Kamala Harris fue supuestamente elegida para animar a los votantes afroamericanos (en realidad, donantes) y, en vez de eso, se cubrirá de infamia por formar parte del tándem electoral que perdió una enorme porción de votantes negros al presidente probablemente más racista de manera explícita desde Nixon.” The Nation constataba al día siguiente, mientras duraba todavía el recuento, cómo las elecciones no fueron “como algunos habían predicho, una victoria aplastante para Joe Biden, que ya ha perdido el estado de Florida y no ha obtenido los resultados esperados en Georgia y Carolina del Norte.”
El también periodista Mark Ames afirmaba que la pérdida de votantes latinos acabaría siendo instrumentalizada por el “establishment del Partido Demócrata” para construir una “narrativa” con la que “convencernos de que Biden gana solamente gracias a ‘los republicanos moderados de los suburbios (esto es, blancos) y prácticamente perdió porque ‘los latinos temen el socialismo’, la excusa que Team Biden utiliza para gobernar como un republicano moderado partidario de la austeridad”. Mala noche también para los augures de las encuestas de intención de voto y los politólogos, que el redactor de Viento Sur Brais Fernández resumía como sigue: “Qué ridículo el de la politología mainstream con las elecciones en EEUU, una pseudociencia que aspira a hacer predicciones como si la política fuese un casino para esconder que no entienden nada de las tendencias de fondo de la sociedad, tertulianos que se creen brokers.”
COVID-19, el convidado silente
La noticia que posiblemente mejor resuma estas elecciones tan extrañas y en el fondo tan poco esperanzadoras fue la victoria de un candidato del Partido Republicano al legislativo de Dakota del Norte, David Andahl. Según informaba la cadena de televisión Fox News, y rápidamente recogieron el resto de medios de comunicación internacionales, Andahl, un ganadero de 55 años, había fallecido días antes por COVID-19, que, como no ha pasado por alto, ha sido el convidado silente de estas elecciones.
Publicado en El Quinze, 6 de noviembre de 2020.