Vicisitudes del patriotismo: el amor a la patria en el pasado y en el presente.

Àngel Ferrero
7 min readMay 30, 2020

Mijaíl Krom (editado por Olga Filina) | Ogoniok, número 20

Inauguración del monumento al zar Alejandro III en Crimea, noviembre de 2017 (Imagen: kremlin.ru)

Las investigaciones históricas más recientes muestran que nada separa más a la gente en los últimos dos siglos que las llamadas al patriotismo. La editorial de la Universidad Europea de San Petersburgo (UE-SPB) publicará dentro de poco un libro dedicado a la historia de uno de los conceptos más disputados en la política contemporánea rusa: el de patriotismo. El libro revela cómo el patriotismo adopta las formas más variopintas, lleva a un sinfín de disputas y fragua revoluciones. Su autor, el historiador y profesor de la UE-SPB Mijaíl Krom, habló con Ogoniok de los aspectos más interesantes del libro.

El estudio a gran escala de la historia del “patriotismo” comenzó para mí como un desafío profesional: después de todo, el campo de mis intereses académicos es la Edad Media tardía y el comienzo de la edad contemporánea, y aquí había de investigar fuentes que iban desde Homero hasta nuestros días. Todo terminaba con una gran sorpresa, porque durante el trabajo me di cuenta de que el patriotismo tiene muchas caras, que fijar su significado es simplemente imposible. Los diccionarios no mienten cuando escriben que el patriotismo significa amor a la patria. ¿Pero dónde ha visto una definición exhaustiva del amor? ¿Y quién puede decirle exactamente qué es la patria? Por eso todos explican la historia de este concepto como si se tratase de una novela de amor: emocionante y con un final impredecible.

Un comienzo lejano

El propio término de “patriotismo”, como lo utilizamos todos, es relativamente reciente, surge en el siglo XVIII. Pero ya antes encontramos términos análogos, aunque no en un sentido general. Las civilizaciones antiguas no conocían el “amor a la patria” abstracto, pero en sus lenguajes periódicamente aparecían (y después desaparecían) palabras para designar a las personas leales a su patria. En Grecia, por ejemplo, encontramos la palabra “philópolis”, “el amor a la propia ciudad”. La ciudad era el valor más importante para los helenos, pero un concepto análogo expresando amor a su propio país aún no existía. Interesantemente, los griegos conocían la palabra “patriota”, aunque no designaba nada que sonase bien a oídos contemporáneos, y podría traducirse en una expresión en jerga vulgar como “ven para aquí”. Los griegos llamaban a sus compatriotas “ciudadanos”, y a los extranjeros, a alguien nacido en otro lugar, patriota (algo así como “paisano”, aunque no de su propia tierra). Una abstracción inesperada la encontramos en una de las comedias de Aristófanes, en la que menciona una “philópolis areté”, literalmente “la virtud del amor a la ciudad”. Una retórica más patriótica la encontramos en la Historia de Tucídides. Baste con recordar el discurso del dirigente ateniense Pericles durante la Guerra del Peloponeso, en el que rinde homenaje a los conciudadanos caídos en la guerra contra Esparta. Pero en todos estos casos “el amor a la patria” es el amor a un círculo muy concreto de personas, por un territorio muy conocido, por la comunidad concreta de una ciudad.

En lo concerniente al Rus, nuestra historia sobre los sentimientos patrióticos es mucho más larga de lo que se piensa. En los relatos del siglo XIV sobre la vida del príncipe Mijáil de Tver, ejecutado por la Horda, aparece la palabra “amante de la patria” (otechestvolyubets). Lo que es destacable es que esta palabra desaparece del lenguaje sin dejar rastro y se requiere un “trabajo de excavación” académico para encontrarla nuevo. Sin quererlo, uno reflexiona sobre las discontinuidades en la tradición patriótica de nuestro propio país. Un poco más tarde, a mediados del siglo XV, aparece la expresión “los que quieren el bien” (como quien desea que algo bueno pase) para una ciudad concreta. Por ejemplo, en unos anales de Pskov encontré una mención sobre “los que quieren el bien para Nóvgorod y Pskov”. Y, finalmente, a comienzos del siglo XVII, en los textos sobre los tiempos tumultuosos encontramos “quienes quieren el bien al zarismo ruso”. Así es como surgen en nuestro escenario histórico los antecesores de los “patriotas”. El “patriotismo”, como concepto general, hay que señalar que todavía no existía.

El nacimiento oficial del patriotismo

El siglo XVIII, con su moda por la adopción de conceptos extranjeros, nos trajo el de “patriota”. La primera vez que esta palabra aparece es en la obra de un consejero del zar Pedro el Grande (y un especulador, por supuesto), el barón Piotr Shafírov, quien escribió en 1717 una obra con un largo título: “Discurso sobre los motivos legales que Su Majestad el Gran Pedro Primero, zar y soberano de todas las Rusias… que llevaron al comienzo de la guerra contra el rey Carlos XII de Suecia en el año 1700”. Shafírov utilizaba allí la palabra “patriota” y, a sabiendas de que introducía un concepto nuevo, añadió en una nota a pie de página: “Hijo de la patria”. Pronto el término “patriotismo” devino virtud, un tipo de distintivo que ayudaba a hacer posible distinguir a los “propios” de los “extranjeros”. Aquí Rusia siguió los procesos de despertar en toda Europa: el patriotismo apareció en esta época en todas partes, y en todas partes se convirtió en objeto de una batalla política (aquí se puede mencionar el ejemplo de Inglaterra, donde los tories y whigs se enfrentaron encarnizadamente por el derecho a ser llamados patriotas).

La retórica del patriotismo se desarrolló activamente en la corte real, pues originalmente funcionaba para el paternalismo: pater, en latín, significa padre, es decir, el padre de la nación, que es el monarca.

Ejemplos de esta retórica se enseñan en nuestras escuelas, en las que se explica el discurso de Pedro el Grande, el que supuestamente pronunció antes de la batalla de Poltava. Allí encontramos todos los giros conocidos: que los soldados no combaten por Pedro, sino por la patria, entregada a Pedro, y así sucesivamente. Sin embargo, de hecho, Pedro no dijo por supuesto nada de aquello. Entonces (a diferencia, por ejemplo, de la época napoleónica) no era nada habitual que un comandante, y no digamos ya un zar, hablase ante los soldados. El discurso de Pedro es una fabricación de otros de sus consejeros, el arzobispo Teófanes Prokopóvich, un gran admirador de los eruditos occidentales, cuya educación comenzó en la academia de Kiev-Mohyla y continuó más tarde en un colegio de jesuitas en Roma; además, ese discurso en concreto de Pedro se publicó muchos años después de la muerte del propio zar reformador y del propio Prokopóvich, en el año 1773. Expresaba ya un culto al patriotismo oficial en el marco del cual a Pedro se le presentó el título de “padre de la Patria” (siguiendo el espíritu de la Antigua Roma) y a Catalina Segunda, después, el de “madre de la patria”.

La evolución del patriotismo: ejemplos de la Antigüedad e ideales nacionales

Pero eso no fue todo: en el siglo XIX Europa descubre para sí la nación. Todo el siglo XVIII, con sus revoluciones, las ideas de Rousseau (un amante del naturalismo y de la originalidad, a diferencia del cosmopolita Volteaire) empujaba a ese desarrollo, y cuando éste ocurrió lo modificó todo, incluyendo el patriotismo. La cuestión es que el patriotismo, en un sentido clásico, ya fuese oficial o republicano, aparecía como privado de historia. Remite a ejemplos de la Antigüedad, pero estos ejemplos ya eran dados, eran eternos e inmutables. Fíjese, pongamos por caso, en el monumento a Minin y Pozharski que se encuentra en la Plaza Roja de Moscú: todo en él remite a esa época, desde la armaduras hasta la pose, no hay ninguna conexión con los acontecimientos históricos reales. Y el patriotismo, atravesado por la propia conciencia nacional, ya entonces era algo concreto, claro e inteligible, permitiendo la aparición de los poetas nacionales: Griboyédov y Pushkin fueron posibles gracias a este movimiento. Pero las poderosas revoluciones nacionales surgen de aquí. El sentimiento nacional apenas se puede controlar.

Los experimentos del siglo XX no hicieron más que confirmarlo: el proyecto comunista de una Internacional cedió terreno cada vez que se puso a prueba. En vísperas de la Primera Guerra Mundial la mayoría de los diputados socialistas votaron a favor de los créditos de guerra de sus gobiernos en vez de mantener su internacionalismo proletario. Y los líderes bolcheviques, que habían seguido firmemente la máxima de Marx de que “los proletarios no tienen patria”, cambiaron su curso en los años treinta al entender que esto entraba en fuerte contradicción con la realidad y segaba la hierba bajo los pies del gobierno soviético.

Un monopolio problemático

¿Puede afirmarse que una forma de patriotismo reemplazó a la otra y las antiguas dejaron de ser actuales? En absoluto. Se estratifican, unas se acumulan sobre las otras. El patriotismo de Shafírov y Teófanes Prokopóvich, que elogiaba el poder del Estado y al monarca, vinculando su propia percepción de grandeza y poder a la grandeza y poder del soberano. Se trata de un tema antiguo, que aparece bien de manera paternalista o tardoimperial, pero que acompaña a Rusia hasta nuestros días.

Existe también un patriotismo republicano en todos los discursos sobre la sociedad civil, en la eterna búsqueda de la democracia, orientado a un modelo superior, que se encuentra, de hecho, en la Antigüedad. Y hay un patriotismo nacional que busca discernir lo original en su pueblo, encontrar su lugar entre los otros y un sistema adecuado de gobierno. En los puntos de vista patrióticos reina un increíble eclecticismo.

El espíritu del patriotismo es hoy el espíritu de la contradicción, un complicado complejo de sentimientos. Nuestro “amor a la patria” está lejos de ser apacible, es algo así como el amor en la ópera Carmen. Para evitar “las batallas de patriotas” y no de por vida, sino a muerte, estaría bien comenzar a hablar más de una paleta de valores más amplia, diferenciando grados de patriotismo, cada uno de los cuales tiene su derecho a existir. Convertir su propia representación del amor en monopolio no tiene absolutamente ninguna perspectiva de futuro, ese tipo de monopolios son, siempre, ilusorios y están destinados a durar poco.

El libro ‘Patriotismo, o el humo de la patria’ aparecerá publicado el verano de 2020.

Traducción: Àngel Ferrero

Fuente: https://www.kommersant.ru/doc/4348137

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