Zajar Prilepin sobre los últimos días de Limónov, sobre Shólojov, Yesenin y Kusturica

Àngel Ferrero
9 min readJul 1, 2020

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El popular escritor y presidente del partido ¡Por la verdad! (Za pravdu!), Zajar Prilepin, respondió a las preguntas de los lectores y de los periodistas de Komsomólskaya Pravda en un programa radiofónico conjunto con la Compañía estatal de televisión y radiodifusión panrusa (VGTRK) sobre la consulta sobre las enmiendas a la Constitución.

Zajar Prilepin. Imagen: Rossíiskaya Gazeta (rg.ru)

Kira Porubova | kp.ru

Sobre los campos de concentración digitales

Mucho de lo que se dice sobre los “campos de concentración digitales” [nombre peyorativo para la ley aprobada en mayo por la que se crea una base de datos de residentes en la Federación Rusa, NdT] viene de gente que tiene un iPhone, que tiene cuentas en redes sociales, que vive a la última, que va de compras, que apunta a todas partes con sus cámaras. Por una parte, nos satisface que se nos observe todo el tiempo, que estemos todo el tiempo bajo el foco de las cámaras. Incluso puede ver el recorrido del coche de Mijaíl Efremov [un conocido actor ruso que sufrió recientemente un aparatoso accidente de tráfico en Moscú, NdT] desde todos los ángulos. Por otra parte, cuando no nos gusta, decimos: ¡mire ahí, campos de concentración digitales! De un modo u otro, nos encontramos en esta situación. A mí esto posiblemente me desagrada. Hasta hace poco yo no tenía un iPhone, hasta que mis camaradas me compraron uno y me dijeron: no, mira, te hace falta uno para tener WhatsApp. Tenía que usarlo. Yo mismo vivo en un pueblo donde no hay Internet, ni televisión ni llega la conexión telefónica. Pero entiendo que el país ha aceptado esto, de una manera u otra. Pues bien, chavales, es inevitable, por supuesto, que toda esta información se agrupase algún día. Ahora mismo se encuentra repartida en varias carpetas. Y luego las cogen todas y las apilan en un montón. Y nosotros la utilizamos de un modo o de otro. Pedimos que nos traigan una pizza a casa por teléfono. Todo esto lo hacemos cómodamente sin salir de casa. Mire, ahora todo el mundo que ha pedido la ayuda familiar [por la pandemia de coronavirus, NdT] a Hacienda la ha recibido. Todo esto ha ido muy rápido.

Sobre los últimos días de Eduard Limónov

Me peleé con Limónov. Porque él llevo el asunto a las redes sociales. Le enfadó mucho que crease el movimiento y luego partido ¡Por la verdad! (Za pravdu!) e incluso cargó contra el congreso constituyente. Porque estuve veinte años en el partido Otra Rusia, y antes de él en el Partido Nacional-Bolchevique (NBP) de Limónov (prohibido en Rusia). Y, por supuesto, él lo consideró como una marcha. Pero yo soy un adulto de 44 años. He entendido que no hay oportunidades de trabajar en el marco de una organización así. Y por encima de todo, lo que yo quiero para mi patria no puede conseguirse en el marco de Otra Rusia. Y él, en parte, también lo entendió. Y llevó la pelea conmigo a la esfera pública. Pero también sé que se peleó a fondo con la gente que le era más cercana e íntima. A todos les alegró que, de repente, Prilepin recibiese de parte de Limónov. Pero la verdad es que Limónov aplastó a todo el mundo y los expulsó de su vida. No hablamos de las enmiendas a la Constitución, por descontado. Sin embargo, Limónov dejó un testamento en sus últimos años,. Dijo que nunca había que discutirse con el pueblo. Pero él mismo fue un tipo que siguió un camino difícil, con el alcohol, con las drogas, con todo. Y violando la ley en muchas ocasiones. Aunque en los últimos años se fue volviendo más y más conservador. Se alineó con las ideas del pueblo. Y hoy, para el pueblo, es increíblemente importante todas las enmiendas de las que hablamos. Sobre el idioma ruso, sobre el territorio, sobre la familia compuesta por un padre y una madre, etcétera. Y lo que es más importante, estableció un diálogo constante en diez de sus últimos libros con el emperador. Él mismo lo llamó así: “emperador Putin”. Él mismo le puso ese nombre y decía: “¡Que me llame! Que me llame, que quiero legar mi testamento al líder de Rusia”. Para ser honestos, Limónov no era un radical, como mucha gente piensa estos últimos años. Se acercó a Vladímir Vladimírovich [Putin]. Creo que Limónov, en su fuero interno, se preocupó por entender todo ello. Aunque de cara a la galería pudo expresar algún tipo de desacuerdo. Pero para adentro entendió que había una lógica en todo esto. Y una de tipo absoluto.

Sobre el circunspecto pueblo ruso

Lo que yo he aprendido de los 30 años de mi vida consciente es que, al cabo, incluso si se engaña al pueblo ruso a corto plazo, a largo plazo éste acaba imponiendo su saludable punto de vista ruso, conservador. Es más, lo que hoy ocurre con el poder es que el poder ha aceptado la retórica patriótica, la retórica izquierdista, incluso si no siempre se ajustaba a los asuntos con que trataba, éste lo imponía el sobrio y circunspecto pueblo ruso de 100 millones de personas. Decía: tú, poder, tienes que proteger las fronteras de Rusia, reforzar su influencia, defender a los desdichados. Y de un modo u otro el poder hacía lo que éste decía. Por ese motivo incluso los jóvenes, que hoy compran el discurso de manipulaciones varias, incluso ellos, con el tiempo, crecerán, tendrán hijos y cambiarán poco a poco sus puntos de vista. Pero la mayoría en Rusia es sensata y valora lo que tiene.

Sobre la política de confinamiento y Kusturica

Yo no me he confinado. No he hecho ningún tipo de confinamiento. Durante todo este tiempo he trabajado, abierto 60 centros de voluntarios por todo el país. He viajado por todo el país, con los permisos legales necesarios, los formularios, los permisos y todo lo demás. Ningún tipo de confinamiento. Ahora no hago música. Es muy extraño, siendo político, salir a un escenario y ponerse a cantar, gritar. Hablaba con esto no hace mucho con mi mujer, Masha. Tengo un amigo, se llama Emir Kusturica. A veces le llamo con motivo de diferentes ocasiones (organizo festivales). Viene con su propio grupo. Tiene 60 años. He visto cómo canta, cómo es en el escenario. Para Serbia no es un gran director y ya. Esto no le resulta ninguna molestia para ser uno de los autores más destacados (posiblemente el más destacado) del pueblo serbio. En cierto modo es un político e ideólogo que canta y baila. Mi mujer dice: “No te preocupes, dentro de 5 ó 10 años te acordarás de esto y después cantarás como Emir Kusturica.”

Sobre sus libros sobre Shójolov y Yesenin

Tomé dos figuras destacadas de la literatura rusa del siglo XX. Sobre Yesenin podemos discutir sin fin si los chequistas lo estrangularon o lo mataron a golpes con un candelabro, como nos mostraron en la serie para televisión. Nosotros, los patriotas rusos, defendemos a Yesenin de quienes dicen que fueron los enemigos de Rusia quienes asesinaron a nuestro Seriosha Yesenin: los liberales, a quienes se unió Solzhenitsyn, mantenían esta versión. Pero esta mitología cruel es, en parte, una estupidez, en parte incluso despreciable. Yesenin puso fin a su vida suicidándose, nadie lo asesinó. Era un patriota ruso fuerte, incondicional, además de poeta soviético. La mitad de lo que escribió Yesenin glorifica de un modo u otro al gobierno soviético en Rusia. En fin, así es como fue. Por eso hay que ponerse con los textos de Yesenin. En cuanto a su vida, difícil y en parte también disoluta, esa es otra cuestión. Yesenin simplemente bebía demasiado. Lo arruinaron los malditos americanos, porque se marchó a América con Isidora Duncan. Allí todavía estaba vigente la ley seca, allí se tomó una maldita bebida destilada ilegalmente que seguramente podría acabar sin muchos problemas con la vida de un elefante. Allí arruinó su salud.

En cuanto a Shólojov, por descontado fue él quien escribió El Don apacible, y esto lo demostraré, como dos por dos son cuatro. Sobre el Premio Nobel a Shólojov le diré una cosa: si el gobierno soviético cabildeó ese premio (y lo hizo), es algo completamente normal. Porque todos los países occidentales y varias empresas cabildearon el premio para Svetlana Aleksiévich. Para cualquiera eso está a la orden del día, también ocurre en el mundo del deporte, en la diplomacia en general, y en la política. Nosotros estamos hoy obligados a cabildear para que un escritor ruso consiga el premio Nóbel. Que se lo den a Yevgueni Vodolazkin, por ejemplo.

¿Por qué la política interesa solamente al 3% de la población?

No me sorprende que la política interese a la gente de más de 45 años. Porque la gente sabe bien lo que es vivir en el Estado ruso. Y en el anterior. Y llevan consigo un alto grado de responsabilidad que quieren legar a sus hijos y a sus nietos. No me sorprende porque en mis encuentros con lectores siempre tengo el mismo tipo de público: gente de más de 40. Porque esta gente tiene hijos. Y quieren recibir respuestas sobre cuestiones que, según entienden, están relacionadas con ellos de manera directa. Les preocupa Ucrania, Donbás, la lengua rusa, la inalienabilidad del territorio, el sistema de protección social. La gente viene con grandes preguntas y también preguntas muy pequeñas. Y eso a mí no deja de sorprenderme, que aquí, en Rusia, la gente se preocupe por cosas de semejante magnitud. Pero la gente de más de 35, por supuesto, tienen el derecho a entrar en política, pienso yo. Pero si me dice que son indiferentes, la cuestión, se lo aseguro, es que en todas las épocas, en el siglo XIX, en el XV, en el XVIII, la mayor parte de la población siempre ha sido indiferente a la política. Esto es perfectamente normal. Si tuviésemos en el país 150 millones de activistas, no seríamos simplemente capaces de sostener algo así. Siempre es un siete, un 10, tres, un uno y medio por ciento de la gente activa quien impulsa los principales procesos. Y, desde mi punto de vista, hoy es la generación de los que tienen cuarenta, que, por cierto, es la mayoría en Rusia, que además es la mayoría que trabaja y paga impuestos, que tiene y educa a hijos, la que no está suficientemente representada en los órganos del poder, incluyendo el legislativo. Y si le hace falta experiencia, ahí tiene a nuestro presidente, que posee una considerable experiencia política y continúa utilizándola.

¿Por qué hay que adoptar las enmiendas precisamente ahora?

La gente con frecuencia carece del talento para ver las cosas con perspectiva. Porque actualmente ven que todo va bien, que todo es normal. La gente no entiende muy bien que en tres o cuatro días, en tres días, en un mes, como escribió Vasili Rózanov, que escribió que Rusia perdió su esplendor en tres días, pueden suceder este tipo de cambios, cambios que, ellos mismos, pueden cambiar. Mire en EEUU, donde Trump va a la baja, o en cualquier otra parte. Todo esto ocurre tan rápido, que hoy un policía le pone a alguien la rodilla en el cuello y al día siguiente toda la república se rompe en mil pedazos. Bueno, como sucedió en Rusia en febrero-noviembre de 1917. Por eso mismo, piense en las generaciones futuras. La posibilidad de que llegue al poder gente con las ideas sobre la realidad más disparatas, que dividan todo el territorio, supriman todas las normativas lingüísticas y hagan cosas en las que ni siquiera podemos llegar a pensar, es muy alta. Hace falta recordar que en 1989–1991 el ruso era una de las lenguas mundiales. Un idioma influyente de veras, que se abría paso más o menos en todos los continentes. Y debido a eso recibíamos turistas, teníamos influencia política, diplomática, de todo tipo, que al final se convertía en dinero, el nuestro y el vuestro. Porque el idioma no es simplemente un instrumento turístico, no es simplemente un instrumento económico. Comporta un beneficio si funciona fuera de nuestro país. Pero para que funcione fuera de nuestro país hace falta que en nuestro propio país se fije de manera absolutamente clara su estatus absoluto, sin, por supuesto, degradar de ningún modo el resto de lenguas.

Komsomólskaya Pravda, 26 de junio de 2020

Traducción: Àngel Ferrero

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